viernes, 5 de enero de 2018

Relatos de Don Wayne LIII. "Orígenes"


De esto nunca he hablado con nadie, no soy de esos que van por ahí dándose pisto, pero aquí donde me veis mi tío-abuelo Luis Antonio Dámaso fue un gran actor de Hollywood, y no uno cualquiera, estoy hablando de uno de los grandes, de un auténtico galán. No me miréis con esa cara, joder, que no os estoy contando ninguna milonga, digo la verdad...


53. Orígenes

De esto nunca he hablado con nadie, no soy de esos que van por ahí dándose pisto, pero aquí donde me veis mi tío-abuelo Luis Antonio Dámaso fue un gran actor de Hollywood, y no uno cualquiera, estoy hablando de uno de los grandes, de un auténtico galán. No me miréis con esa cara, joder, que no os estoy contando ninguna milonga, digo la verdad. Desde niño le escuche yo hablar a mi abuela Santa de esta historia. Ella siempre decía que Gilbert Roland, actor que tuvo su esplendor en los años 40 y 50 del siglo pasado, en realidad no se llamaba Gilbert Roland, sino Luis Antonio Dámaso, que descendía de Villarcayo y era primo suyo.

Me he molestado en investigar, he averiguado cosas. Indagando aquí y allá he llegado a la conclusión de que mi abuela no estaba loca. Por lo visto mi antepasado Luis Antonio era hijo de Paco Alonso “El Paquiro”, un torero español de principios del siglo XX. El tal Paquiro había nacido en Grijota, un pueblo palentino, aunque enseguida se mudó a Bilbao, ciudad en la que debutó como torero el año 1894. ¡Estoy hablando del siglo XIX. Joder, lo que tiene que haber llovido desde entonces! Comenzó su carrera profesional toreando en pequeñas plazas de Vizcaya y del País Vasco. En 1900 debutó en la Plaza de Vista Alegre compartiendo cartel con Cocherito, el fenómeno taurino del momento.
Relataba mi abuela Santa, que su madre era natural de Villarcayo. La cosa ocurrió más o menos así: El Consistorio contrató a Paquiro para lidiar en la ceremonia de inauguración de la nueva Plaza de Toros. Aquí conoció a  Consuelo Botana, una preciosa joven, que por lo que me han contado valía un mundo. Consuelito era hermana de mi bisabuela Balbina. Como es natural, el diestro, que se hospedaba en la fonda regentada por la familia de ambas, quedó inmediatamente prendado de la moza. Al día siguiente toreó y le brindó el cuarto toro, del que cortó una triunfal oreja. Así dieron comienzo los amoríos entre el de Grijota y la burgalesa. Acabaron casándose y, con el paso del tiempo tuvieron seis hijos. Constituyeron su hogar en Bilbao, donde establecieron una cantina con el nombre de "La Taurina", junto a la entrada colocaron un cartel en verso que decía: “¡De aquí no paso sin beber un vaso!” Al parecer, la taberna contaba con una parroquia nutrida, que ganaban su dinerito vamos. Entre tanto, él seguía toreando con buena suerte...

En esa época de su vida, mi tío-bisabuelo debió verse envuelto en un turbio enredo que no he conseguido aclarar. Este incidente le obligó a poner tierra y un océano de por medio. En busca de fortuna emigró a México, allí toreó durante varias temporadas hasta que una grave dolencia, que le dejó tullido del lado izquierdo, le apartó definitivamente del capote. Las turbulencias de la Revolución Mexicana, pero sobre todo las amenazas por parte de Pancho Villa de pasar por lar armas a todos los españoles residentes en Juárez, aconsejaron a Paco y Consuelo hacer nuevamente el petate. Acarreando con toda su prole, el matrimonio cruzó de nuevo las aguas, esta vez las de Río Bravo, camino de un azaroso exilio en los Estados Unidos.

Su hijo Luisito había visto la luz en Ciudad Juárez, a finales de 1905. Inicialmente se sintió llamado por la tauromaquia, como su padre. Sin embargo, una vez instalados en California, la fortuna quiso obsequiarle con la oportunidad de ser elegido para interpretar un papelito como extra en una película muda. A partir de ahí su interés viró hacia el cine. El primer papel importante se lo ofrecieron en 1925 para la película “The Plastic Age”, junto a Clara Bow. Tengo contrastado el dato.

Fue así como Luis Antonio Dámaso de Alonso y Botana, a la sazón pariente mío, comenzó a desplegar sus cualidades interpretativas en el cine. Al principio solo le contrataban como extra, luego de secundario, y así, poco a poco, ganándose el favor de la crítica, la industria y el público, fue escalando hasta convertirse en una gran figura del celuloide, una auténtica estrella de Hollywood, una honra para todo el clan  familiar. Escuchad bien lo que os digo, en el año 1926 el chaval, con solo 21 años, estaba en la nómina  la Paramount y la First Nacional. Al año siguiente fue requerido por la United Artist para trabajar en la película "La Dama de Las Camelias". ¡Ojo al dato, junto a la distinguidísima actriz Norma Talmadge! Fue entonces cuando pensó que lo mejor para su carrera era cambiar de patronímico, lo de Luis Antonio Dámaso de Alonso debió de parecerle demasiado mesetario, de modo que se americanizó rebautizándose como Gilbert Roland, combinación de sus dos actores favoritos, John Gilbert y Ruth Roland. Por su gallarda figura y fino rostro, fue rápidamente encasillado para el estereotipado papel de "Latín Lover". Decía mi abuela que se llegó a hablar de él como el sucesor de Rodolfo Valentino y que los papeles de amante romántico los bordaba.
El listado de películas en las que aparece su careto es inabarcable, más de 100, siempre en compañía de los mejores: Burt Lancaster, Barbara Stanwyck, James Stewart, Cary Grant, Kirk Douglas, Lana Turner, Robert Mitchum, Olivia de Havilland…, a menudo a las órdenes de los más reputados directores: John Ford, Anthony Mann, Richard Brooks, Vicent Minnelli, Richard Fleischer o Terence Young. Puso cuerpo, gesto y voz para todo tipo de personajes: espadachínes, indios, gauchos, toreros, revolucionarios, militares, vaqueros, pescadores de esponjas, trapecistas, bandoleros... Su nombre aparece entre los títulos de crédito de las grandes producciones de la época. ¿Que no me crees?, ve a internet y consulta los programas: “Rompiendo las cadenas”, “Las furias”“Cautivos del mal”, “Bahía Negra”, “El ocaso de los cheyenes”, "Cisco Kid”, “Duelo en el fondo del mar”, eso solo por citar algunas.

El bueno de mi tío abuelo se casó dos veces, primero con Constance Benett y luego con Norma Talmadge, excelentes actrices como él. En 1982, ya mayorcete, intervino en su última película, el western “Barbarosa”. Murió en Beberly Hills en 1994, a los 88 años. Fue incinerado y sus restos arrojados al mar. Como nos queda tan lejos, nadie de su familia de aquí pudo asistir a la ceremonia fúnebre.
Siempre hay personas maliciosas. Alguno o alguna se preguntará que para qué cuento yo todo esto, insisto en que no es para tirarme el moco. Es porque de natural soy persona generosa, me gusta hacer favores a la gente. Si estáis interesados en que un sobrino-nieto del gran Gilbert Roland os firme un autógrafo, cuando paséis por Villarcayo, no dudéis en acercaros al lugar donde trabajo. Soy dependiente en la Ferretería “La Arandela”, calle del Río Mena, número 8, muy cerca de la Plaza. Sé que hay mucho mitómano suelto, por eso he mandado imprimir postales con mi foto. Os firmaré una encantado. Si de paso algún productor, director o jefa de casting lee esto que sepa que puede contar conmigo. Como habréis comprobado las dotes para la interpretación corren por mis venas, me vienen de familia, las llevo incrustadas en el ADN. Ya de crío participé con éxito en algunas obras de teatro que organizaba la maestra en el colegio. De entrada no aspiro a papeles estelares, me bastaría con papelillos de secundario, de extra, incluso de mozo de plató. Con tal de salir del pueblo, de dejar de despachar enchufes, brochas y tornillos rosca-chapa acepto lo que sea…

 
  Gilbert Roland con Barbara Stanwyck 
(“The Furies”, Anthony Mann, 1950)




1 comentario:

  1. Silverio Cizalla7/1/18, 15:54

    Mira Fco Luis, el mundo ha podido seguir funcionando sin actores como el hijo del Paquiro, pero el pueblo sufriría enormemente la pérdida de ferreteros tan eficientes como tú. Espero que se te pase pronto el sarampión ese de convertirte en estrella de Hollywood donde, yo que te conozco, no te auguro un mayor reconocimiento que el que justamente has conseguido en La Arandela.

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